jueves, 22 de agosto de 2013

Un cuento de quien volvió a casa

Illinois, 22 de agosto de 1920. Feliz cumple Ray.


Ilustración de Marta Toledo. Su blog pinchando aquí

El contribuyente (Cuento de Crónicas marcianas)

Quería ir a Marte en el cohete. Bajó a la pista en las primeras horas de la mañana y a través de los alambres les dijo a gritos a los hombres uniformados que quería ir a Marte. Les dijo que pagaba impuestos, que se llamaba Pritchard y que tenia el derecho de ir a Marte. ¿No había nacido allí mismo, en Ohio? ¿No era un buen ciudadano? Entonces, ¿Por qué no podía ir a Marte? Los amenazo con los puños y les dijo que quería irse de la Tierra; todas las gentes con sentido común querían irse de la Tierra. Antes que pasaran dos años iba a estallar una gran guerra atómica, y él no queria estar en la Tierra en ese entonces. El y otros miles como él, todos los que tuvieran un poco de sentido común, se irían a Marte. Ya lo iban a ver. Escaparían de las guerras, la censura, el estatismo, la conscripcion, el control gubernamental de esto o aquello, del arte o de la ciencia ¡Que se quedaran otros! Les ofrecía la mano derecha, el corazón, la cabeza, por la oportunidad de ir a Marte. ¿Qué había que hacer, qué había que firmar, a quién había que conocer para embarcar en el cohete?
Los hombres de uniforme se rieron de él a través de los alambres. Le dijeron que no queria ir a Marte. ¿No sabía que las dos primeras expediciones habían fracasado y que probablemento todos sus hombres habian muerto?
No podían demostrarlo, no podían estar 'seguros', dijo Pritchard agarrándose a los alambres. Era posible que allá arriba hubiera un país de leche y miel, y que el capitán York y el capitán Williams no hubieran querido regresar. ¿Le abrirían el portón para dejarlo subir al tercer cohete expedicionario, o lo rompería él mismo a puntapiés?
Le dijeron que se callara.
Vio a los hombre que iban hacia el cohete.
- ¡Espérenme!- les gritó -¡No me dejen en este mundo terrible! ¡Quiero irme! ¡Va a haber una guerra atómica! ¡No me dejen en la Tierra!
Lo sacaron de allí a rastras. Cerraron de un golpe la portezuela del coche policial y se lo llevaron con la cara pegada en la ventanilla trasera. Poco antes que la sirena del automóvil comenzara a sonar, al acercarse una curva, vio el fuego rojo, oyó el ruido terrible y sintió la trepidación con que el cohete plateado se elevó abandonándolo en una ordinaria mañana de lunes, en el ordinario planeta Tierra.

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